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Los brackets se reinventan

Hace ya tiempo que no es solo cosa de niños. Tampoco es un asunto meramente estético. Y más obsoleta queda aún la idea de que da vergüenza. Hoy en día la ortodoncia avanza a pasos de gigante y forma parte esencial de nuestra preocupación por la salud.

«Mamá, ¿cuándo me ponen el aparato?”. Esta frase hoy no nos sorprende. Los niños han normalizado tanto el uso de la ortodoncia que ya forma parte de un asunto habitual de la infancia. En general, España cuenta hoy con una mejor salud dental infantil, según la última encuesta “La salud bucodental en España”,de la Fundación Dental Española y el Consejo de Dentistas de España, aunque también el estudio indica que una de las afecciones dentales más habituales es el malposicionamiento dentario. Aquí entra en acción la ortodoncia.

“Hoy en día nos podemos centrar en la boca no solo desde el punto de vista estético, sino sobre todo, desde el punto de vista de la salud”, afirma la doctora Leonor Muelas, médica especialista en estomatología, con postgrado en ortodoncia, además de presidenta de la Asociación Española de Ortodoncistas (AESOR). “Es más fácil mantener una boca sana cuando los dientes están bien colocados”, explica la doctora. Pero “no solo nos referimos a la posición de los dientes sino también a la correcta relación entre los maxilares superior e inferior (o mandíbula), que si no están en armonía pueden producir otras afecciones funcionales relacionadas con la respiración, la masticación, las articulaciones e incluso la autoestima”.

Acudir al ortodoncista: cuanto antes, mejor

La Asociación Americana de Ortodoncistas, uno de los colectivos de mayor prestigio en este campo, aconseja que la primera revisión debe ser a los 7 años. Sin embargo, Muelas nos cuenta que “si los padres observan que hay dientes torcidos o una mala mordida, se puede adelantar a los 3 años, que es cuando se tiene la dentición primaria completa”. La estomatóloga afirma que a esa edad “los especialistas ya podemos tener una idea de la evolución tanto de sus dientes como de sus maxilares. Aunque no se intervenga en ese momento, se puede sugerir a los padres que traigan al niño dentro de un par de años para empezar un tratamiento. O que no necesitará ningún tipo de ortodoncia. O, tal vez, que hay que intervenir con un aparato de quita y pon”.

Ojo avizor de los padres

Los padres debemos ser los mejores agentes de detección precoz de cualquier problema de los dientes infantiles, aunque también se agradece la observación del pediatra o del odontólogo. Algunas señales en las que es importante fijarse son problemas al masticar, respirar por la boca, chuparse el dedo o mantener el chupete. También si se ve un diente torcido, dientes de leche que tardan en salir, “dientes de conejo” (proyectados hacia delante) o una mandíbula prominente. Así mismo, si nuestro niño pequeño tiene los dientes temporales muy juntos, alineados perfectamente casi como un adulto; si no hay espacio entre ellos, auguran poco espacio para los definitivos. Lo ideal es que haya espacio entre algunos de los dientes.

Los problemas más habituales en los niños

La ortodoncista nos explica qué “las maloclusiones (morder mal) pueden ser dentarias (exclusivamente de los dientes y se pueden solucionar a cualquier edad), o esqueléticas, (afectan a los maxilares: mandíbula más adelantada o retrasada que el maxilar superior; maxilar (o paladar) más estrecho en relación con la mandíbula (mordida cruzada) y cara más alargada o corta”, detalla la presidenta de AESOR.

Muchas maloclusiones pueden ser hereditarias, pero otras pueden ser consecuencia de un traumatismo, de chuparse mucho tiempo el pulgar (más allá de los 2 años), del uso del chupete excesivo, una obstrucción respiratoria o la pérdida prematura de uno o más dientes. Sean o no un legado de familia, estos problemas no solo afectan a una mala alineación dentaria sino que también al mal desarrollo de los maxilares y, por lo tanto, a una alteración en la forma de la cara.

Lo que la ortodoncia puede corregir

Apiñamiento: los dientes están mal alineados por estar colocados o girados, aunque el maxilar ocupa un lugar adecuado; esta alteración puede afectar la mordida y un aspecto no deseado.

Estrechez del paladar: este no es lo suficientemente ancho, lo que puede ocasionar problemas funcionales y también en la ubicación de los dientes.

Sobremordida: cuando los dientes superiores ocultan a los inferiores.

Mordida abierta: cuando los incisivos superiores e inferiores no se tocan, por lo que la masticación queda a cargo de los dientes de atrás, presionándolos.

Espacios dentales: si hay falta de algún diente, estos son muy pequeños o el arco dental muy ancho, pueden aparecer espacios entre los dientes.

Mordida cruzada: cuando los dientes superiores encajan por dentro de los inferiores.

Los brackets que “molan”

Juegan con ventaja porque la tecnología y el diseño también se han puesto de su lado. Nuevos aparatos, nuevos materiales y nuevos métodos. Antes, la ortodoncia solo evocaba la imagen de un complicado entramado de alambres y una sonrisa inquietante. Hoy día, el aparato forma parte de nuestra preocupación por la salud y no nos avergonzamos de ello. Para los niños ya no supone ningún trauma, tampoco. “Lo aceptan bien; vienen con la idea preconcebida de que sus amigos lo llevan y ¡hasta lo piden!”, declara la doctora Muelas. Y no hablemos de los padres: cada vez hay más adultos que los lucen con orgullo.

Según la presidenta de AESOR “pese a que hay muchos tipos de aparatos (estéticos, que se camuflan entre los dientes; alineadores y linguales, que casi no se notan), los convencionales brackets metálicos son los más eficaces en niños. Estos son unas ligeras estructuras hechas de diferentes metales que se fijan a cada diente de manera muy precisa y a los que se enganchan unos finos arcos de aleaciones metálicas. “El bracket es pasivo; lo que realmente mueve el diente es el arco, que permite enderezar los dientes”, continúa la experta. Las gomas no llevan látex (para evitar alergias) y se presentan en un abanico de colores para resultar más atractivos para los niños. La higiene de estos también cuenta con avances: los cepillos son acordes a la diferente aparatología y pueden complementarse con interdentales o seda dental.

Si no lo llevas a tiempo…

La edad apropiada para controlar las maloclusiones es entre los 4 y los 12 años. “En los adolescentes mayores, lo ideal es actuar antes del pico de crecimiento puberal que, en el caso de las chicas suele estar alrededor de los 10 u 11 años y en el de los chicos, cerca de los 12 o 13 años”. Un problema de ortodoncia no resuelto a tiempo puede conducir a una masticación ineficiente, lo que también implica una alteración digestiva, presión en la articulación de la mandíbula, que puede producir dolores de cabeza, de oídos, cuello, zonas de la cara o alteraciones en el habla y la fonación. En el futuro, estos casos pueden requerir cirugía con la intervención del cirujano maxilofacial para colocar los maxilares en su posición correcta.

Un punto para la autoestima

Otra consecuencia de dejar la ortodoncia para más adelante pasa por el campo de las emociones, ya que unos dientes sanos son la puerta de una sonrisa sana ¡y segura! Si el niño se avergüenza al reír, se tapa la boca al hablar o se oculta los dientes, va a ir poco a poco minando su autoestima. Por el contrario, la vergüenza de llevar brackets ya es cosa del pasado. “Unos padres me dijeron una vez que le había cambiado la vida a su hijo; había pasado de ser un niño que no se atrevía a sonreír a poder reírse a carcajadas y ser él mismo”, nos cuenta la experta.

Todo tiene su “pero”

Uno de los inconvenientes de estos tratamientos, es que son muy largos. “Un tratamiento solo con brackets dura unos dos años y medio”, indica Muelas. “Las revisiones pueden ser semanales, quincenales o mensuales. No es que en cada revisión actuemos, pero supervisamos que vaya todo bien encaminado”, explica. “Este es uno de los motivos por los que los tratamientos tienen un coste tan elevado, además del propio de los materiales. Pensando en ello justamente, es que “la ortodoncia tiene un reto muy importante en la actualidad: acortar la duración de los tratamientos. Por eso, se están estudiando nuevos materiales y técnicas, aunque todavía no hay suficiente evidencia científica al respecto”, concluye Muelas.

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